Gorda
Engorde. Cada vez que esto pasa, vuelven todos los recuerdos escabrosos de mi infancia. Mi relación con mi cuerpo siempre fue terrorífica. Desde que tengo uso de razón, me levanto y lo primero que miro es mi panza. La bola de grasa que crece día a día al comer. Cada centímetro de grasa representa el horror. También representa miles de momentos donde fui feliz al comer. Cada sonrisa al morder un pedazo de bizcochuelo de dulce de leche. Cada momento en el que intente vomitar mi almuerzo. Bola de fraile. Paquete de yerba. Gorda tetona. Eso era. Desde los 10 años donde me lo hicieron notar mis compañeros, nunca nada sería igual. Los pantalones tiro bajo eran mis enemigos número uno. Aprendí a esconderme debajo de remeras largas y oscuras, y a aceptar que si no hacia dieta, nunca sería cómo las demás chicas. Me la pasaba deseando tener la panza chata cómo las modelos que veía en la tele o las bailarinas del programa de Tinelli. Nunca jamás ni con la dieta más fuerte ...